Y quedó claro que estuvo a la altura. En ningún momento, hubo ninguna diferencia con sus predecesores por la calidad del texto, de la expresión, del hacer. El público asistió como cada año, y escuchó con atención, y se produjeron los mismos hechos de siempre. Se cumplió el guion establecido. Y sin embargo hubo muchas novedades, porque nunca se habló desde tan distinguido atril, en la voz de una madre.
De una madre que se identificaba con todas las madres de Sevilla, las de Polígono Sur que esperan a sus hijos a las puertas del Centro San Juan Bosco, tras el ensayo de la Banda de Cornetas y Tambores del Polígono, Las del Cerro del Águila, que hacen una fiesta a la salida de la Virgen de los Dolores, y lloran y lloran y salen con todo lo necesario para acompañar a sus hijos.
Las madres que van en silla de ruedas a ver a su Virgen y “entre ellas se entienden”. Las madres que tienen a punto las túnicas, los capirotes, cíngulos y medallas. Las madres que inventaron la “comida rápida” el día que sale la cofradía.
Las madres que fueron con sus madres y luego fueron con sus hijos en su vientre. Y les acunaron en la puerta de las Iglesias con el olor a azahar.
Las madres que rezan todo el año, y bendicen la mesa y tienen su particular “caja de estampas” para ofrecerla a sus hijos como salvoconducto para la vida.
Las mujeres que tuvieron que esperar para salir de nazarenas para ver cumplidos sus sueños. Que estuvieron pacientemente en las tareas menos lucidas sin importarle, porque ellas lo dan todo sin pedir nada a cambio,
Que suerte ser madre, y ser madre de Dios, y en Sevilla, Macarena, Esperanza, Dolores, Paz, Rocío, Soledad, y tantas mujeres…
Gracias Charo por haber aceptado abrir sin tapujos tu “caja de las estampas” y repartirlas a Sevilla con arte y humildad. Nuestra Semana Santa, son tradiciones que nos enseñaron nuestros padres, que se aferran en lo profundo de nuestra alma y que estarán ahí en los viajes de nuestra vida. Además de música, olores, armonía que nos llama cada año a ponernos a punto, para sentir, para dar gracias, por todo lo que hemos recibido y para seguir dando lo mejor de nosotros mismos.
Y yo me pregunto, porqué se ha tardado tantos años en saltar la barrera para que fuera una mujer la pregonera. No hubo mítines, ni slogans, ni proclamas, ni reivindicaciones, ni falta que hizo. Todos disfrutamos como cada año, de un acto que nos lleva de la mano a la Semana más grande de Sevilla, la Semana Santa.