Hay palabras que duelen con sólo pensarlas porque esas palabras evocan sentimientos, experiencias, sensaciones, vidas… Esta semana he tenido que pronunciar esas cuatro palabras que evocan una realidad difícil de asimilar: mi-padre- ha- muerto. Esas cuatro palabras indican:

Cercanía (mi): Algo mío, no una posesión, sino alguien que forma parte de mí, responsable en buena medida de mi esencia y mi presencia, se ha ido… De tal manera que es como si una parte de mí se hubiese perdido. La sensación de vacío, de carencia, te baja de la nube y hace que empieces a tomar conciencia de una importante diferencia: ya no compartes la existencia con ese ser querido (lo que no quiere decir que, sin remedio, lo hayas perdido).

Familiaridad (padre): la figura de cariño, respeto y guía que encarna el cabeza de familia… Más que “figura” (que suele ser un elemento estático), yo diría “agente dinámico” porque mi padre movía acciones y corazones con sus palabras y actitudes… No era perfecto, acertaba y se equivocaba, pero siempre le movía un sincero afecto. Me enseñó a tener iniciativa, a transformarme en la dueña de mi propio destino, a tener objetivos y trazar efectivas estrategias para alcanzarlos, a valorar los principios y la educación como el mejor legado…

Pasado/finalidad (ha muerto): el pretérito señala algo que ya ha sucedido, acaba de suceder, ya no hay marcha atrás… Algo se ha terminado y algo empieza…

Una pregunta ronda mi cabeza: ¿por qué? hay quien dice que, sencillamente, le había llegado su hora; tal vez sea que el cáncer de pulmón es una lotería y cuando te toca, te toca; otros te señalan (con buena dósis de razón) que así no sufrió… Si le pudiera preguntar a él, creo que diría que, simplemente, quería estar con mi madre, que la echaba demasiado de menos…

Esas cuatro palabras: mi-padre-ha-muerto… Resuenan en mi mente, y aún lo harían más fuerte sino fuera por el cariño de la gente, familiares y amigos: Mari Luz, Fran, Irene, Maca, Ana, Pili… ¡Gracias por estar conmigo! ¡Cuánto bien hace sentir el calor humano de los seres más cercanos! (e incluso los lejanos, que gracias a los móviles y al whatsapp, sientes como si te llevasen de la mano), los abrazos, las anécdotas y los buenos deseos se entrelazan formando los cimientos del hogar de la esperanza: el lugar donde habitan las nuevas oportunidades y las evoluciones personales.

Esas cuatro palabras: mi-padre-ha-muerto… Con ellas comienzo a labrar el huerto de un nuevo capítulo vital, las primeras semillas son las de la valentía y la autenticidad porque hace falta valor para encontrar tu lugar en el mundo, encarar el sentimiento de soledad (uno de los miedos más ancestrales de la humindad) y, no sólo conseguir mantenerte sino llegar a brillar desde tu propia esencia personal.

Esas cuatro palabras se sintetizan en una: CAMBIO, la CAMpana de la BIOgrafía que suena bien fuerte anunciando la llegada de nuevos días… Ante la realidad de ese CAMBIO hay dos posturas: resistirse o fluir, esta segunda opción es la más enriquecedora si lo que quieres es vivir (porque, si miras bien, descubrirás que en las venas de la vida fluye la sangre del CAMBIO).

Artículo publicado en elcorreoweb.es 

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