AWA es un proyecto que se diferencia de todos. Se articula en torno a un eje poco convencional: mujeres al margen de los NO, que los reinterpretan como retos, no como límites.
Aunque sus objetivos parezcan usuales, bienestar social, formación, investigación e innovación tanto plástica como tecnológica, que nos faciliten estos canales de expresión y comunicación entraña un compromiso que se vale del potencial humano más elevado, entregado y generoso para llevarlo a cabo con éxito.
Nació de un profundo afán por crear y cambiar las cosas, del convencimiento de que el Arte es una de las facetas más sublimes del ser humano, capaz de transformar la sociedad y ser vehículo efectivo de valores.
Es difícil que la gente lo perciba así, pero si reflexionamos un poco, tanto para lo bueno como para lo malo: ¿Qué es lo que más información nos aporta de la prehistoria? Pinturas rupestres, nos cuentan su vida, la fauna que entonces existía, su fe. Nos habla de antropología, de sociología, hasta de psicología, filosofía y enigmas, de religiones, retrata cambios de época, evoluciones y revoluciones. Es maravilloso, por ejemplo, revivir la coronación de Napoleón y Josefina de Jacques -Louis David en el Louvre con toda la pompa y el boato de una corte engalanada o entrar en los vericuetos del cuarto del Príncipe del Alcázar de Madrid, recreándonos en el entorno de la infanta Margarita o aterrarnos ante el símbolo de una esvástica nazi, o ante los grabados de terror de Goya, que nos baja a los infiernos.
El arte es una de las cosas que más nos ‘diviniza’ y nos ‘demoniza’. Tiene ese poder.
Emprendió el proyecto su tarea a partir de una exposición colectiva en el Parlamento organizado por Loving Art Andalucia, donde coincidimos con compañeras y Esperanza Pérez Sarabia determinó formar un grupo de mujeres artistas con ímpetu, que se lanzaran a la aventura, no ya de visibilizarse, si no de cambiar el panorama cultural en Sevilla y desde Sevilla, que no es reto pequeño.
La realidad de la mayoría de las componentes gira en torno al tripartito: Familia- trabajo remunerado-trabajo creativo. Un circuito agotador que no nos impide trascender tiempos y espacios, multiplicarnos e intentar abarcar nuestros propósitos.
Creemos que nada es imposible y de hecho hemos llegado hasta aquí solo con el apoyo de colaboradores maravillosos que han creído en nosotras, entre ellas la directora de este foro, Alicia Martínez, que desde aquellas iniciativas primigenias del Parlamento , nos tendió la mano e hizo posible que la entonces cónsul de Colombia, Lucia Madriñán accediera a que expusiéramos en el pabellón del 29, hasta Beatriz Codes que siempre nos ha brindado lo mejor de la Fundación Coca Cola o Victoria Herrera, gerente de Grupo Joly y siempre pendiente de nuestros avances; pero ayudas económicas, ninguna.
La artista tiene el mismo derecho que cualquiera para ver remunerado su trabajo.
Sinceramente es difícil discernir el porqué de la enorme dificultad que tiene el artista en general, para tratar temas económicos.
La figura del marchante se hace casi imprescindible, pero ese sería otro debate.
El caso es que para ello necesitamos activar el circuito creador, galerista, inversores- coleccionistas, a la vez que generar nuevos yacimientos de compradores de arte, facilitándoles la formación de colecciones y acercando el arte contemporáneo a la sociedad e ideando nuevas maneras de gestionar nuestra obra, dándole funcionalidad, si no, nos extinguimos y con nosotras nuestras obras e intenciones. En el estudio y la posibilitación de esta triple vertiente de necesarias relaciones comerciales nos hayamos, sondeando un mercado tanto interior como exterior.
Intentamos hacer posible que ese porcentaje triste, facilitado por Mujeres en las Artes Visuales (MAV), un importante observatorio de desigualdades en el sector, que muestra que las obras de artistas mujeres expuestas en la última edición de ARCO, representaban sólo el 25% del total, y únicamente el 5% eran artistas españolas. En el comité ejecutivo de la feria, las mujeres suponían sólo el 21,1%. El evidente desequilibrio. También es habitual en las galerías de arte, donde exponen masivamente más hombres que mujeres.
Las causas son evidentes:
La realidad es que vivimos divididas en el tripartito familia-trabajo remunerado-trabajo artístico, que resulta agotador.
Y no tenemos ayudas reales.
Las subvenciones son asequibles a letrados, expertos en administración pública … no se las llevan ni los mejores proyectos, ni las más valiosas creadoras, si no los más brillantes gestores a nuestra manera de ver.
Es un muro casi infranqueable que exige un tiempo y una dedicación que nos vemos imposibilitadas a ofrecer, pues ya este ‘tripartito’ del que hablamos nos mantiene peligrosamente ocupadas en exceso.
Somos conscientes y aun así afrontamos los retos que este sistema nos impone, pero los queremos cambiar.
No facilita nuestra actividad en el campo de la cultura, actividad que consideramos necesaria, es más, imprescindible para la una verdadera evolución social. Sensibilizar, educar la mirada inteligente, fomentar la creatividad como herramienta de soluciones a la formación e incluso aplicarla como terapia a tanto desvarío psicológico como vemos a nuestro alrededor, por las circunstancias.
Esto es AWA, afrontar con alegría y eficacia el reto de sublimar las carencias culturales y artísticas, partiendo de un grupo de creativas valientes que no dan rodeos para centrarse en evidencias y buscarles soluciones.
Las artistas hemos estado siempre, desde la impronta de las manos femeninas que aparecen en las cuevas prehistóricas, hasta las artistas actuales que utilizan las últimas y más innovadoras tecnologías.
Es el mismo que sufrimos las mujeres en casi todos los apartados profesionales que no estén dedicados a los cuidados, con el agravante que tienen el mundo de la cultura en un país donde se entiendo como un artículo de lujo. Las artistas estamos directamente infravaloradas o directamente invisibilizadas, de tal forma que salvo contadas y honrosas excepciones la única salida profesional es la docencia.
Linda Nochlin, “¿Por qué no han existido grandes artistas mujeres?” la presencia de las mujeres ha sido silenciada por la historiografía dominante. Cuenta Manuel Jesús Roldán en ‘Eso no estaba en mi libro de Historia del Arte’ (Almuzara) que la concepción decimonónica de la mayoría de los manuales del tema las excluyeron aunque hubiera mujeres retratistas de Corte, escultoras de cámara o pintoras religiosas. “Han sido silenciadas y su rescate del olvido, afortunadamente recuperado en los últimos años, merece todos los empeños”, escribe en esta obra que recopila ‘anécdotas’ artísticas como aquellas obras cumbres del arte que en su momento fueron rechazadas y censuradas, los primeros selfis hechos al óleo, las facetas más escabrosas de algunos creadores y, sobre todo, recupera el nombre y la historia de varias de las artistas más importantes pero aún así olvidadas.
MAV también denunció en otro estudio que, tras analizar cerca de mil exposiciones individuales organizadas en 22 centros de arte de toda España en los últimos diez años (entre 2000 y el 2009), únicamente el 20% eran mujeres artistas, y tan solo el 9,4%, españolas. Estas cifras nos hablan de un casi inexistente reconocimiento del trabajo de las mujeres artistas y con ello la merma de posibilidades para seguir creando desde unas condiciones dignas.
“Su existencia fue ciertamente reducida en muchas épocas, pero hay un buen número de nombres de mujeres que, en cada etapa de la historia, alcanzaron una fama y un reconocimiento público que fue posteriormente silenciado”, escribe Roldán. Mujeres que no aparecen en los libros de arte ni suenan en el imaginario colectivo por culpa, apunta, del concepto de Historia del Arte procedente del siglo XIX, “centuria en la que se vetó especialmente la independencia creadora de la mujer por la moral burguesa reinante, relegó al género femenino a una condición hogareña casi exclusiva, marcando un canon casi exclusivamente masculino en las primeras publicaciones dedicadas al Arte”. Una discriminación que, además, se estandarizó cuando se crearon los grandes museos europeos. Tampoco ayudó la visión de muchos grandes hombres del arte que se despacharon con opiniones similares a la de Renoir: “la mujer artista es sencillamente ridícula”.