Día 14 de marzo. Bajé la persiana de mi tienda, de mi taller, de mi negocio, de mi forma de vida, confirmé lo que venía imaginando desde hacía un par de semanas. La gente ya no acudía a comprar, si acaso aparecían a probar su traje ya encargado ante nuestra insistencia en tener todo listo. En esta época del año, las calles del centro solían estar llenas de personas comprando de todo, un traje de flamenca, un mantón, algo para ponerse el día del “pescaito”, la túnica, el capirote, recoger las papeletas de sitio…Y sin embargo este año apenas había gente. Intuíamos que pasaba algo muy importante, pero nadie decía nada, todos seguíamos con nuestra labor.

Dejar atrás el trabajo de todo un año en el momento más floreciente, nuestra temporada alta, me produjo un enorme desasosiego. Miré mis percheros llenos de trajes tan bonitos, todo tan ordenado, tan cuidado, me supuso un golpe muy duro. Me acordé de mi gente, mis modistas, la encargada de mi tienda. ¿Qué pasará con ellas? Yo había seguido la evolución del virus en Italia y sabía que al menos en dos o tres meses no íbamos poder reanudar nuestro negocio…ya pasadas las fiestas, ya pensando en 2021 y con la mitad de 2020 sin vender, apenas sin haber cobrado lo vendido. Lo primero que pensé fue en cubrirlas a ellas de un posible desastre. Tramité un erte inmediatamente, un mal menor.

Mi marido es agricultor y nos vinimos a vivir al campo, cerca de su trabajo. Como todos sabemos la agricultura es uno de los “esenciales” en este momento.

Intenté organizar un equipo para hacer mascarillas y batas, lo que hiciera falta, pero mis modistas ya estaban en ello, son unas campeonas y no perdieron el tiempo.

Pensé, ¿Qué puedo hacer yo para colaborar en esto? Es algo muy gordo. No puedo moverme de casa. Así que me puse a estudiar un MBA online que estaba haciendo uno de mis hijos, decidida a aprender cómo salir de esto, cómo mantener Fabiola 1987 activa a pesar del desastre, cómo crear valor a la sociedad que va a salir tan necesitada de personas ilusionadas y con empuje. Yo no quería venirme abajo, allí sólo pueden pisarte, arrollarte, yo necesitaba buscar una luz.

En ello estoy, cinco horas de estudio diario sobre empresas innovadoras, estructura, sistemas, marketing. Aún no veo cómo puedo aplicarlo pero como me dice mi hijo, sigue que ya lo encontrarás.

Entre medias disfruto haciendo guisos antiguos, de los que hace mucho tiempo que mi familia no probaba por falta de tiempo, quizás para evitar el nudo que se me forma en la garganta cuando veo los fallecimientos innecesarios, el sufrimiento de la soledad de nuestros mayores, el riesgo que corren nuestros sanitarios desprotegidos ante un peligro de esta envergadura. ¿Se ha actuado con negligencia?, me pregunto.

Me preocupa el riesgo de todas aquellas personas que no se pueden quedar en casa porque tienen que cubrir necesidades importantes, porque son “esenciales” para la sociedad. Ellas nos hacen este confinamiento más llevadero pero se juegan mucho en esto: sanitarios, cuidadores de mayores, personal de supermercados, personal de limpieza, conductores… Admiro muchísimo a esas Fuerzas de Seguridad y Cuerpos del Estado que actúan sin cuestionar nada. Soldados que nos dan ejemplo para resistir y evolucionar.

Y todo el tiempo procurando no pensar demasiado en qué ocurrirá después con nuestros negocios, porque hay algo más importante que todo y es la salud.

Estoy conectada con mi numerosa familia y cada día hay un invento virtual para que los aproximadamente 30 nietos, que a su vez ya tienen hijos, estén motivados y entretenidos. Hacemos teatrillos, canciones, manualidades y dibujos, dándonos ese calor tan necesario que supone saber que nos queremos muchísimo y estaremos ahí pase lo que pase siempre. Todos intentando ver lo positivo que puede resultar estar en casa y tener tiempo para compartir muchas cosas y enseñar a los niños y jóvenes que el verdadero valor de las personas está en su capacidad para servir a los demás en todos los niveles. Quizás haya que enseñarles a no idealizar a cualquier persona porque sea famosa y conocida por todos si no por el papel que desempeña en la sociedad. Que tengan siempre en la mente quienes son los verdaderamente “esenciales”.

¡Hay mucho que cambiar! Sobre todo la forma de mirar.

 

 

Leave a Reply

Your email address will not be published.